Maese Leopoldo levantó los ojos de la partitura que estaba corrigiendo y quedó con la pluma en el aire. En el silencio nocturno se oÃa el sonido de un instrumento que parecÃa llegar desde arriba. Pero aun aguzando el oÃdo no reconocÃa la ejecución. Además, ¿quién podÃa tocar en su casa y a esa hora?
Se levantó, tomó el candelabro que estaba sobre la mesa y alumbraba su música y trepó la escalera que conducÃa al granero. Al abrir la puerta quedó estupefacto: su hijo, de cuatro años de edad, el pequeño Wolfgang, cubierto tan sólo con su camisón de noche, estaba sentado al piano dejando correr sus dedos sobre el teclado e improvisando. Maese Leopoldo era un hombre inteligente, además de excelente músico. En seguida intuyó en su hijo un ser excepcional, y comprendió que su deber consistÃa en formar y desarrollar ese genio musical que se le revelaba en forma tan imprevista.
A la edad de siete años, Mozart ejecuta una sonata en el clavicordio, acompañado por su hermanita.
Desde ese momento el péqueño Wolfgang tuvo, en su padre, un maestro atento y abnegado. En contados meses recorrió las etapas que otros niños de mayor edad no hubiesen podido cumplir sino en años. Wolfgang, además de consagrarse al estudio del clavicordio,se dedicó a la composición, y a la edad de seis años compuso una obra delicada para el instrumento que estudiaba.
Es fácil comprender el asombro producido en Salzburgo al ver anunciado en una sala de conciertos, como «ilustre clavecinista», a un niño de menos de siete años. El asombro se acrecentó aún más y los aplausos estallaron calurosos cuando, bajo los dedos del niño, fluyeron las notas cristalinas de una sonata de Sammartini, ejecutada en estilo rápido y preciso, basado en una técnica excelente. Los conciertos se sucedieron. Europa entera, deslumbrada, prodigaba toda su admiración al más joven de los prodigios musicales.
Fue Mozart un compositor fecundÃsimo: muchas de sus obras están aún inéditas.
En 1768, cuando tenÃa doce años, escribió la Finta semplice, su primera ópera. Al año siguiente entraba en la Academia de Bolonia, considerada entonces como el cÃrculo de «los grandes de la música».
En 1770, la Scala de Milán representaba su ópera Mitridates, Rey del Ponto: el compositor niño acababa de cumplir catorce años. Durante los diez años siguientes,Mozart trabajó incansablemente. Nombradb Kon-zertmeister (maestro de conciertos) por el arzobispo de Salzburgo, recibió más tarde del Papa la cruz de caballero de la «Espuela de Oro», lo que le proporcionó el placer de firmar, a veces, «Cavaliere Mozart».
Mozart participaba en las continuas fiestas que por entonces alegraban a Viena, pero sin salir de su mundo de´ ensueños musicales.
Su personalidad, a pesar de no estar todavÃa completamente desarrollada, se manifestaba en los cuartetos y en los melodramas, compuestos aún bajo la influencia de la música italiana.
La primera ópera en que expresa toda su originalidad es Idomeneo, escrita en 1781 y que constituye la transición entre su producción juvenil y sus obras clásicas.
Mozart dirige los ensayos de una de sus óperas.
En ese año escribió Mozart El rapto en el serrallo, obra más revolucionaria, tanto por su forma melódica como por su instrumentación. Pero la situación de Mozart junto al arzobispo de Salzburgo no estaba ya en relación con su talento. Se trasladó a Viena, donde produjo una serie de obras maestras que revelan la riqueza de su inspiración y su prodigioso dominio de los recursos técnicos.
Escribió Las bodas de FÃgaro en 1786, Don Juan en 1787, Cosà Jan lutte en 1790, La clemencia de Tito y La flauta mágica en 1791.
Escena de Don Juan, ópera cuya intensidad dramática es extraordinaria.
Pero su producción incluye, además, notables sinfonÃas, conciertos, trÃos, cuartetos, sonatas para piano y para piano y violÃn, etc. Su música está libre de los artificios convencionales de las composiciones de su tiempo y refleja su inspiración fresca y genuinamente personal.