Cuando consideramos todas las comodidades que los inventos modernos nos proporcionan y que son parte indispensable de nuestra vida diaria, nos preguntamos qué hacÃan nuestros antepasados frente a una multitud de problemas, resueltos para nosotros e insolubles para ellos.
Claro está que como nuestras necesidades y exigencias crecen a medida que aumentan las comodidades que nos rodean, podemos pensar que nuestros antepasados vivÃan muy felices en condiciones de vida que para nosotros resultarÃan insoportables.
Nuestro siglo goza del fruto de tantos estudios, tantos experimentos, tanta búsqueda, tanto trabajo cuyo resultado superó a veces toda esperanza, que en medio de nuestro bienestar ni siquiera pensamos en los esfuerzos y sacrificios de aquellos´, tenaces investigadores e inventores.
«Descendieron del carro para entrar en el agua azul. Arrojaron la ropa en el arroyo, y la hollaban rivalizando en gracia y destreza» Es asi como Homero nos presenta a Nausicaa y sus doncellas lavando la ropa.
Los egipcios concedÃan gran importancia a los cuidados corporales. Empleaban pomadas preciosas compuestas con substancias resinosas y aceites aromáticos.
Los antiguos conocÃan el jabón; por otra parte, viejas leyendas como los relatos de Homero nos hablan claramente de la importancia que los griegos daban a los cuidados corporales. Los héroes nunca arrostraban el peligro de los combates ni participaban de un sacrificio ritual sin haber frotado previamente su cuerpo con aceites y esencias aromáticos.
Los ungüentos muy finos se fabricaban con la emulsión de substancias resinosas que brotaban de tajos efectuados en el tronco de ciertos árboles; los aceites aromáticos, en cambio, se sacaban de- las semillas. Los más conqpidos de éstos, y que aún se utilizan en medicina, quÃmica y perfumerÃa, son: la mirra, el jengibre, el laurel y el incienso u olÃbano (del latÃn oleum Libani: aceite del LÃbano).
Las variedades más preciadas de nuestros jabones de tocador no son, en el fondo, sino derivados de productos conocidos desde hace dos o tres milenios.
Los primeros aceites balsámicos fueron los precursores de nuestro jabón lÃquido, y las finas esencias aromáticas que se usaban en los ungüentos nos dan una idea del refinamiento a que se llegó en la antigüedad.
Seiscientos años antes de Jesucristo, los fenicios fabricaban jabón con los mismos ingredientes que se emplean actualmente.
En Roma,las termas eran- edificios suntuosos donde habÃa gimnasios, paseos, salas de estar, bibliotecas. En ellas conversaban y discutÃan filósofos, poetas y retóricos. Una parte de los edificios estaba destinada a los hombres, otra a las mujeres. HabÃa baños frÃos, calientes y de vapor.
Entre los romanos, los baños tuvieron gran importancia y constituÃan una especie de rito. Las termas o baños públi-cos rivalizaban por su arquitectura y esplendor con los más hermosos palacios. HabÃa en ellos piscinas, gabinetes para masajes, gimnasios y baños de toda clase. Los más célebres y suntuosos fueron los de Agripa, de Nerón, de Trajano, de Adriano, de Diocleciano y de Caracalla.
En ParÃs, detrás del museo Cluny, se encuentran las ruinas de las termas edificadas bajo el reinado de Juliano, y en Roma se pueden todavÃa admirar, perfectamente restauradas, las termas de Caracalla, muy renombradas en la actualidad por los grandiosos espectáculos teatrales que allà se ofrecen durante el verano.
Pero si nuestros mayores conocÃan los ingredientes necesarios para elaborar el jabón, durante muchos siglos lo fabricaron con procedimientos muy primitivos. Al parecer, los fenicios fueron los primeros en obtener jabones sólidos y en comerciar con ellos.
Según Plinio, los romanos ya conocÃan el arte de fabricar jabones, y, en efecto, en las ruinas de Pompeya se encontró un taller completo de jabonerÃa, con los diferentes utensilios y unas cubas llenas de jabón compuesto de una mezcla de aceite y álcali.