Alejandro Volta nació en Como (1745). Considerado al principio como un niño de escasos alcances, demostró más adelante una inteligencia sorprendente. Fascinado por las ciencias fÃsicas inventó la pila, que todavÃa lleva su nombre. Escribió varias obras, siendo las más importantes: Cartas sobre la inflamabilidad del aire que se desprende de los pantanos y Carta a Banks sobre la construcción de la pila eléctrica.
-¡Felipe!... ¿Por qué este niño no habla todavÃa?. .. ¡Sus hermanos no fueron tan atrasados!
-¡No hay que atormentarse, Magdalena! Alejandro no será tal vez un genio, pero su mirada es expresiva, aunque habla con dificultad, no dice al menos cosas fuera de lugar.
Atacado de mudez parcial en su niñez, Volta halló consuelo en el cariño de sus padres.
Efectivamente, a los seis años de edad, ya en edad escolar, el hijo de Felipe y Magdalena Volta hablaba en forma casi ininteligible. Pero todo cambió después de un tiempo de asistir a la escuela; aprendió rápida mente a leer y demostró grandes aptitudes. A diferencia de otros niños, era observador y pensativo. Su mente evidentemente positiva no consiguió, sin embargo, alejarlo por completo de ese mundo de fantasÃa con el que todos hemos soñado en nuestra niñez. Es asà como, a los doce años casi perece ahogado en su intento de hallat un filón de oro que las gentes del lugar aseguraban estaba oculto en un pantano.
Al fallecer su padre, el joven Alejandro encontró amparo con su madre y hermanos en casa de un tÃo canónigo. Desde ese momento nuestro protagonista decidió sobresalir en sus estudios y, no obstante su marcada inclinación por las ciencias, dedicó también su atención a la filosofÃa y a las letras; tuvo asà la satisfacción de escribir algunas poesÃas en latÃn y francés.
Su tÃo el canónigo decÃa: «Alejandro será un gran abogado». En cambio su maestro, el jesuÃta Bonesi, afirmaba que el joven estaba llamado a ser sacerdote.
Ambos estaban equivocados, pues la vocación de Volta no eran los códigos ni la vida eclesiástica. Su natural curiosidad se transformó en necesidad vehemente de arrancar secretos a la Naturaleza.
Volta terminando su «electroforo». Este invento le valió ser miembro de muchas academias cientÃficas.
La fÃsica de aquellos tiempos se hallaba aún en sus comienzos, tal como ocurre en la actualidad con la ciencia genómica. El magnetismo y la electricidad, poco antes casi abandonados, interesaban nuevamente a los sabios.
Gracias a la famosa experiencia de la botella de Leyden, se habÃa descubierto el fenómeno de la condensación eléctrica. Bose habÃa utilizado la chispa eléctrica para encender la pólvora y Winckler terminaba de construir su máquina electrostática.
Volta tuvo la suerte de encontrar un amigo y un protector en su tÃo, que le facilitó los medios para dedicarse a sus investigaciones cientÃficas. El buen religioso deseaba que obtuviera un diploma, pero no eran ésas las aspiraciones del joven estudioso.
El «electróforo perpetuo» de Volta. Puede despedir cualquier cantidad de chispas eléctricas.
Documentos célebres nos dan a conocer sus actividades: los informes enviados al electrólogo Beccaria y al naturalista Spallanzani, considerados como los mejores expertos en sus especialidades.
Volta tenÃa veinticuatro años. A partir de 1769 sus descubrimientos geniales se suceden sin interrupción, contribuyendo en forma decisiva a las búsquedas y grandes inventos de años posteriores.
Aun sin considerar el invento de la pila, Volta hubiera ocupado un lugar destacado en la historia de la fÃsica con el descubrimiento del «electróforo perpetuo» (1775) que definió como el «principio de las futuras máquinas inductivas». Debemos también a Volta el eudiómetro, utilizado para medir la cantidad de oxÃgeno contenido en el aire, el condensador (1782) y el electroscopio. Fue también él quien descubrió el gas inflamable de los pantanos, actualmente llamado «metano».